Estos apuntes están dedicados con mucho amor a Linn Pineda, Mireya Bonilla
y a Vicky, mi compañera de esperanza.
Por ahí en una recomendación del libro "Pintará los soles de su camino" leí una frase que me movió el corazón y describe justo lo que está pasando en mi vida: "nunca es tarde para sanar, zurcir y cerrar el ciclo del tijeretazo, y comenzar uno nuevo de amplios vuelos."
Cuando mi hijo nació prematuramente, a las 29 semanas, me vi en un tiempo de confusión, no sabía qué estaba sucediendo y menos sabía qué iba a suceder. Segura estaba de sólo una cosa: mi llanto. Me sentía no sólo abrumada, sino, ultrajada, impedida, y sobretodo alejada del objeto de mi amor.
Se nos ha enseñado que las cosas difíciles de la vida son así y que si las lloramos o tenemos duelo por ellas, somos débiles. Se nos ha dicho que ante la adversidad debemos ser fuertes y que la fortaleza va acompañada de cero lágrimas. ¡Qué lejos estamos del círculo de amor que envuelve y abraza a la vida!
Ahora desde estos ojos y este tiempo, entiendo perfectamente que yo estaba pasando por un terrible duelo, y de todas las personas que me acompañaron, sólo una entendió mi sentir: aquella más conectada con lo femenino y la maternidad. Cada una de sus palabras fue abriendo en mí una conexión muy especial con cada uno de mis sentimientos. Y comencé a entender.
Me dí cuenta que algo se había roto, y que no estaba exagerando. Se dice que los padres del bebé prematuro pasan por una especie de duelo similar al de la pérdida de un hijo. Es decir, todas las expectativas de un feliz embarazo a término se ven fracturadas. En vez de un parto natural y un colecho maravilloso después del parto, tenemos horas y horas en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales, máquinas y cables alrededor de nuestros pequeños, una fría cesárea con cero recuperación y miles de cosas de bebé en casa que son ocupadas por la incertidumbre.
Aparte del duelo, el no saber si mi hijo regresaría a casa con nosotros o no, fue para mí como vivir en el limbo. Día a día los diagnósticos cambian. En un momento todo parece ir bien, y entonces viene una complicación.
Por supuesto que no estaba exagerando. Fue terrible para mi, no poder abrazar a mi hijo, besarlo, olerlo y sentirlo entre sus sábanas mientras lo amamantaba. Eso no pasó para nosotros los primeros 40 días de su vida. Y fue doloroso. Sólo las personas sensibles y que conocen de la importancia del vínculo madre-hijo entenderían.
Y sin embargo, ese tijeretazo pasó. Puedo decir que poco a poco he restituido ese vínculo hermoso con mi hijo. ¡Y ha sido difícil, pero maravilloso! Me he entregado a mi maternidad, a mi ser mujer y a lo sagrado femenino con mucha devoción. Y hemos sanado mucho. La llave a tanto bienestar ha sido: la crianza con apego seguro, el babywearing, el colecho, la alimentación con leche materna, inteligencia emocional en pareja y para con nuestro pequeño, el contacto con la Madre Tierra y sobretodo actuar con amor.
Con toda mi experiencia, lecturas, investigaciones, terapias y sobretodo instinto, puedo decir que tanta intervención médica sólo da embarazos mal procurados, partos dolorosos, complejos y sin respeto de la madre e hijo, y desvinculación.
Las mujeres tenemos todas las respuestas en nuestro interior. Es cuestión de ir ahí todos los días, por la mañana o por la noche. Y las cosas irán bien. Más que bien.
Que hermoso relato, me has calado muy profundo,porque te expresas muy bien. Soy educadora Maternoinfantil y de Masaje Infantil, y mis mensajes están en esta linea.
ResponderEliminarMuchas gracias Montse, es que es esto... luego de los pinchazos (cuando debieron suceder) siempre hay un tiempo para la recuperación. Qué bendición! Cierto?
ResponderEliminarGracias por tus comentarios!
Pues yo no lo veo así, si no fuera por la ciencia y los médicos, quizá nuestros hijos prematuros por mucho vínculo maternal y demás pajas mentales, ya no estarían aquí. Un respeto a la ciencia por favor!! Por otro lado los médicos no tienen la culpa de que vengan prematuros, y tampoco creo que lo tienen las madres. Yo creo que lo más libre no es echar la culpa a la ciencia sino aceptar que son prematuros, que vinieron antes al mundo porque son especiales y que sus padres también lo son porque es muy duro pasar por lo que se pasa hasta que lo tienes en tus brazos y ese sacrificio desde mi punto de vista te enseña que la vida realmente es un milagro y no un capricho materno. Te enseña a aceptar y a ver a tu hijo luchar con valentía por vivir. Y eso te da fuerzas para,querelo más todavía si cabe. Valoras mucho más cada momento que en un parto natural no se valora del mismo modo, valoras su salud más que nada, la primera vez que lo ves, lo tocas, cada momento se hace eterno y lo vives con una gran intensidad. Yo reconozco que me hubiera gustado que naciera a término y que he vivido muchos momentos muy duros pero también he vivido momentos que se que en un parto a término me hubieran pasado desapercibidos y agradezco a Dios que me los haya regalado porque esos momentos me han hecho ser una madre especial como mi hijo lo es.
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