
De la Cesárea Innecesaria...
Un parto por cesárea se lleva a cabo cuando no es posible o seguro para la madre y/o el bebé dar a luz a través de la vagina.
La cesárea no nació como un procedimiento para evitar el dolor y esfuerzo en la mujer al dar a luz. Surgió como una NECESIDAD, no como la cirugía de rutina que ahora es.
La cesárea es una cirugía mayor, y como tal conlleva muchos riesgos: reacción adversa a la anestesia, sangrado interno, formación de coágulos de sangre, lesión a órganos internos abdominales, infección del útero, de riñones o vejiga. Sin embargo, muchas mujeres optan por esta intervención en sus cuerpos, debido a su derecho a no sentir dolor.
Me gustaría decirle a todas esas mujeres que su lucha por no sufrir durante el parto, es la lucha de todas por no sufrir y no sentir dolor o en todo caso transformarlo. Y es que un parto vía vaginal no debería ser sinónimo de sufrimiento. Sin embargo, justo la medicina moderna y de la post-modernidad lo ha vuelto un procedimiento tan alejado del ser femenino, que el dolor en exceso y el sufrimiento no pueden más que hacer aparición.
Si de nacimientos se trata, la cesárea se ha vuelto el modus operandi en muchos hospitales y para la comodidad de muchos médicos, que no tienen que esperar y compartir la labor de parto junto con la mujer, sino que la hacen estar disponible en el día y hora que a ellos mejor les acomode.
En el mejor de los casos, en un panorama ideal: la mujer tendrá una cesárea humanizada, acontecida en el mayor respeto, donde doctores, enfermeras y anestesistas procedan de acuerdo a lo que la madre quiere y lo que el bebé necesita. Entonces habrá alojamiento conjunto y se incentivará una lactancia exitosa; fuera de la cirugía no habrán otros procedimientos invasivos.
En el peor de los casos, y por desgracia lo habitual: la mujer tendrá una cesárea en la cual se sentirá nerviosa, confundida, a merced de doctores, enfermeras y anestesistas. Recibirá, burlas, malas palabras y tratos del personal. No se le dirá cómo será el procedimiento, tendrá molestia en la colocación del catéter en la vejiga, la rasurarán en la zona del pubis, al nacer el bebé no será puesto sobre su pecho, lo alejarán al área de cuneros y permitirán a la madre verlo hasta los días siguientes.
Del dolor...
Todas las mujeres deseamos un parto sin dolor, sin sufrimiento. Y lo merecemos, sin embargo, el precio que tenemos que pagar por esto a la medicina moderna, es muy alto: ¡los estragos posteriores que la anestesia hace en nuestro cuerpo, el estar inertes ante la bienvenida de nuestro bebé, el estar ajenas a nuestro propio proceso, y el permitir que otros decidan sobre nuestro cuerpo!
Lo alarmante no es que esto suceda. Lo alarmante es que como mujeres lo vemos normal, y hasta lo deseamos. Es decir, todo el proceso se vuelve meramente fisiológico, y no se toman en cuenta las necesidades emocionales propias, y mucho menos del bebé. Como si venir al mundo de tal manera fuera placentero para ellos. ¡Vamos! No les damos el tiempo de prepararse, de decidir en qué momento quieren empujarse hacia el canal, salir...
Es necesario decir que EXISTEN OTRAS ALTERNATIVAS para mitigar el dolor al parir, y que existen formas gentiles para la madre y bebé en el alumbramiento. Es necesario decir que el parto debe acontecer sin sufrimiento. Y que los molestos tactos, prueba de cinturones, acostar a la mujer de espaldas para parir, sueros intravenosos, separación instantánea de madre e hijo, el apresurar el parto, el poner nitrato de plata en los ojos del bebé, el corte inmediato del cordón umbilical, y todo el papeleo burocrático son inventos de la medicina moderna. Esa que a cambio de no sentir dolor nos pide desvincularnos de nuestro cuerpo, nuestro proceso, nuestras emociones y nuestros propios hijos en su nacimiento.
Ojalá podamos entender esto. Con el tiempo hemos perdido la conciencia de lo sagrado del embarazo, del parto y de todos los procesos que el ser mujer conlleva. Nos hemos olvidado de buscar la propia sabiduría en nosotras. Hemos permitido que otros tomen las decisiones que nosotras y nuestro cuerpo deberían tomar. Hemos cedido todo nuestro poder a otros. Hemos cedido el bienestar de nuestros hijos a otros. Hemos permitido que las cosas nos acontezcan, en lugar de ser nosotras quienes las hagamos acontecer. Hemos regalado nuestro gran principio creador a lo artificial. Nos hemos desconectado de nosotras y de lo femenino total.
Espero pronto todas las mujeres podamos vernos de nuevo como Diosas, entendiendo nuestros cuerpos, pariendo a nuestro ritmo, en casa, en centros de nacimiento donde otras mujeres nos atiendan y vayan al compás nuestro, de nuestros hijos, de nuestro cuerpo, y nos podamos sentir escuchadas, atendidas, comprendidas y sobretodo, empoderadas. Espero que se le regrese a la cesárea su dignidad, que la veamos nuevamente como un gran acontecimiento que sacrifica por dar la vida, y como una bendición que es, cuando necesaria.
Ojalá podamos regresar a nosotras lo más pronto posible, regresar a casa: a lo sagrado femenino. Este camino lo hacemos todas.

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