Aldebarán y yo.

Mi maravilloso crío ha estado muy gritón, llora mucho y necesita en todo momento que alguien esté ahí para él, que alguien lo acompañe. Lo veo... y ya está enorme, o al menos en mi mirada de madre lo siento así. Y pienso ¿Será por su crecimiento? ¿Será que ya necesita ir a la Comunidad de Bebés? ¿Por qué ha estado tan llorón?

En mi pensamiento adulto sugiero toda respuesta "razonable", por ejemplo, que así es su carácter y que se está volviendo muy demandante, que todo desea y no puede después con la frustración que esto le ocasiona. Dejo de nuevo que las situaciones diarias y cotidianas me cieguen, y por escuchar el ruido de afuera, dejo de escuchar nuestras voces, la voz interna de mi bebé y la mía.

Ahora que lo reflexiono, digo, es tan fácil culpar al bebé, al niño, por su llanto. Es tan fácil pedir que algo lo "silencie", que algo del exterior me ayude a que ya no llore. Porque si el llora, en cada llanto más fuerte, yo comienzo a darme cuenta que la desea tanto llorar soy yo. Y de esto, apenas ayer hice consciencia.

Ayer por la mañana debíamos reunirnos mi esposo y yo en calidad urgente con unos clientes. Entonces le pedí que dejáramos al bebé a cargo de mi tía. Él me dijo no. Yo me molesté tanto porque sabía que mi hijo iría todo el camino llorando e incómodo, y no me dejaría "concentrarme" en mi trabajo. Y así sucedió. Gran parte del camino mi pequeño estuvo llorando, no quiso silla, sólo deseó estar en los brazos de su padre. Yo quise ir conduciendo. Al final, mi esposo decidió no entrar conmigo y quedarse con mi hijo afuera de la oficina.

Entre el corredor y la sala de juntas me hice un espacio de 10 minutos para ordenar los papeles y revisar mi mensajes en el móvil. Y me dí cuenta que tenía muchas ganas de llorar. Me contuve en la idea de que pronto hablaría con los clientes.

Cuando salí de la junta... mi hijo estaba sentadito en el automóvil, escuchando las canciones de Gymboree que tanto le fascinan. Miré sus ojos ...y me reflejé. Mi pequeño fue un espejo para mí. Camino a casa deseé sentarme con él en la parte trasera del auto, y conforme avanzábamos mi consciencia se fue abriendo poco a poquito, y ahí... en la profundidad de sus ojitos, fui encontrando el reflejo de mi cara, de mi niña herida.

Conforme avanzamos por la ciudad lo fui acariciando, lo miré, besé sus brazos y cara. Y en un acto de belleza, mi pequeño me besó, me acarició y me abrazó también. Fue tan sublime ese momento, en que lo miraba y él se acercaba para besarme... ¡tan enamorados los dos! ¡Tan conectados! Y me di cuenta que estaba reprimiendo muchos sentimientos y mucho trabajo personal, cosa que nadie puede ver o sentir en mi familia, pero sí mi hijo. Él sí. Él sí lo percibe porque está 24/7 conmigo, por ser una díada super simbiótica, y porque aunque no lo exprese al mundo, su alma conectada a la mía lo sabe.

Hoy con toda honestidad puedo decir que todos los juicios que llegué a hacer con respecto a su situación son totalmente míos. Que estoy pasando por una situación de responsabilidad laboral y personal enorme, y que al no expresarlo o trabajarlo emocionalmente, se lo transmito a mi hijo. Hoy sé que él me ayuda amorosamente con esa carga.

Admito que esta pequeña crisis representa para mi una gran oportunidad de expandir consciencia, y creo firmemente en lo que mis amadas co-madres Lila y Maribel me decían hace unos días: la maternidad es una gran oportunidad para dar el salto cuántico. Así es. Hoy veo esto que está sucediendo como un gran espacio para trabajar con mi niña herida, con esa niña que también lloró mucho y deseó mucho compañía por sentirse en soledad completa. Hoy sé que mi hijo está cargando con esa emoción que no es de él, si no mía. 

Y desde mi corazón le agradezco por ser mi guía, por ayudarme a ir hondo hacia mis miedos, hacia mis abandonos, hacia la necesidad de un trabajo emocional y personal. Gracias mi vida por tu hermoso reflejo, gracias por tu sonrisa y por tus enseñanzas... gracias por tu corazón que camina junto al mío.




  








  

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