Una carta para mí.


Y una vez más llega el punto en la rueda para ir hacia adentro, para revisar mi corazón, mis sueños, y permitirme navegar mis aguas más profundas y oscuras. Sin embargo, ahora es distinto. Con más consciencia, más preparada y más adulta comienzo a recibir las hojas del otoño y el frío invernal, como si tomara mi barca para ir hacia el lado oscuro de la luna, y desde ahí mirarme.

Hoy quise escribirme una carta, pues he comenzado a entender que soy mi propio motivo, y que desde mi verdad puedo partir para encontrar nuevas verdades, nuevas primaveras y causas. 

Miro lo que he hecho y gozo de cada una de las verdades aparecidas, pero también agradezco las mentiras y lo falso que hubo para llevarme a un nuevo comienzo. Me miro, y con alegría puedo percibir a esa mujer que de día atiende la agenda profesional y empresarial, y que de noche se repliega hacia lo personal e íntimo. 

Me miro y abrazo mi ser, mis memorias, mis falsas creencias, mi cuerpo, mis experiencias, mis heridas, mi sombra, mis emociones, mis juicios, mis prejuicios, mis miedos. A la vuelta del espejo abrazo también mis pasiones, mi pintura al óleo, mis empresas, mis decisiones, mi udu, mis charlas,  mis lunas, mi maternidad, mi compañerismo, mis verdades, mi centro, mi canto, mi escritura, mi profesión, mi estudio, mi risa, mi danza, mi práctica diaria.

Y así, libre, corriendo con lobos pero andando en lo cotidiano, me gusto, continúo sin dejar de escapar. Ya no escapo. Me dejo a la experiencia, aprendo nuevas cosas. Fluyo con el universo. Ya no necesito ser amada por nadie, ni admirada, ni halagada. No requiero permiso o aprobación de nadie. No necesito que alguien más me diga quién soy o a dónde voy; no necesito que me defina mi pareja, ni mis maestros, ni mi astrólogo, ni mi terapeuta, ni mis amistades, ni mis no amistades y tampoco creo ya, en los maestros espirituales. 

No me apego a una idea de mí. Me siento en vuelo, desnuda.
No me interesa saber quién soy, pues puedo serlo todo y nada al mismo tiempo. Soy puro latido, y así me encuentro plena. Mi energía es mía y ya no deseo lanzarla fuera de mí, hacia lo exterior, hacia los otros. He encontrado el sentido sagrado del caparazón.

Hoy hablo conmigo, me encuentro, me reconozco, me asumo, y si detecto que no estoy presente, recapitulo, vuelvo al camino y abrazo nuevamente el centro que como llama se crece cuando despido toda ilusión. Camino conmigo, y en esta profunda agua digo mi nombre para hacer eco de mi origen y mi verdadero poder.

















2 comentarios: