La importancia de los siete primeros años de vida



Cada siete años el ser humano cambia y se transforma...

Esto lo sabía en teoría desde la mirada astrológica, antroposófica y metafísica, sin embargo, hoy pasa por mí esta información desde el tamiz de la reflexión, y por supuesto, la perspectiva cambia. He aquí que siento como todo este conocimiento se vuelve experiencia, y da una mayor comprensión.

Comparto la reflexión.

..............................


Los primeros siete años de vida: el primer respiro.



Muchas disciplinas estructuran el estudio de la vida humana a través de septenios o ciclos de vida de siete años: la metafísica, la astrología, el estudio de la Biografía Humana, la Antroposofía y la Pedagogía Waldorf, por mencionar algunas. De arriba a abajo, de lo mayor a lo menor el Universo parece hablarnos en séptimas, siete respiros mayores y siete sonidos en melodía que nos anclan a la Tierra y a la vez nos indican el camino a la evolución, hacia la octava de perfección.

En este texto, empero, doy mayor rumbo a la importancia de los primeros siete años de vida en el ser humano, para que así recordemos y reflexionemos esa etapa en nuestra vida y aprovechemos la misma etapa en la vida de nuestr@s crí@s.

Se dice que el universo funciona con fractales, ritmos continuos que proporcionan una cadencia constante y pulsante a todo lo que ahí habita, incluyéndonos, por supuesto. Así, nuestros ritmos emulan la energía universal y marcan nuestra evolución, en espiral.

Una vez que hemos sido implantados en el vientre materno, comienza el primer gran ciclo relacionado a la vida y a la muerte, el ciclo donde tomamos aliento y nos plantamos también en el vientre de la Madre Tierra. Aquí, acontecen también nuestras primeras implantaciones mentales, se siembra nuestro potencial de inteligencia, de creatividad y por supuesto, de carácter y personalidad. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Cómo participaremos en la vida? Las respuestas se asientan inconscientemente en nuestra persona. 

En estos primeros años aprendemos también acerca de nuestra necesidad de amor, del hambre, de la protección y acerca de qué tanto podemos confiar del mundo alrededor. Aquí desarrollamos nuestras estructuras internas, nuestro inconsciente, eso que más adelante nos permitirá actuar, pensar, establecer conexiones y formarnos una consciencia con base en el ejercicio de prueba y error. 

Algo maravilloso acontece durante los primeros siete años de vida del ser humano, algo lleno de misterio, que aquellos que saben aprovechan para condicionar Por ejemplo, la iglesia católica hablaba desde sus inicios de adoctrinar a sus feligreses durante sus primeros siete años, para no tener que preocuparse por su fidelidad en el futuro. Los siete primeros años eran suficientes para tener devotos toda la vida. 

No es de extrañarse, entonces, que cada vez se establezcan más espacios tempranos para los niños (dispositivos o canales de televisión colmados de comerciales) a fin de convertirlos en futuros consumistas y cautivo-pensadores, pues el primer septenio de vida se nos va en aprender y grabar en nuestro ser lo aprendido. 



Instalando nuestras Creencias. 



Durante nuestros primeros siete años instalamos nuestra primera visión del mundo, nuestras creencias, donde lo que nos digan es así y no hay cuestionamientos. Nuestros padres, mentores y gente que nos acompaña son quienes nos habrán dejado huellas energéticas acerca de cómo manejarnos en el mundo y cuales serán nuestros grandes ideales. Nuestros primeros recuerdos comienzan a sellarse en nuestra psique.

En este momento son nuestros padres a quienes pertenecemos, son ellos quienes nos dan identidad y origen; también comenzamos a integrar en nuestro interior la manera personal de establecer límites o de no establecerlos. En este periodo aprendemos a ir de la dependencia sana y total hacia la independencia primera, si llevamos la noción de que podemos establecer relaciones de confianza con aquellos que amamos y nos aman, nuestra vida emocional futura portará ya muchas ventajas.

Así, antes de llegar a los ocho años de edad, habremos escuchado los "sí" y los "no" de la vida, para la vida. Habremos obtenido nuestras primeras nociones de lo "bueno" y lo "malo", y también nuestras primeras bases para abordar el mundo desde el prejuicio o desde la confianza. Todo depende de lo que nos hayan dicho, de lo que hayamos sembrado en el interior. 

Casi a finales del primer septenio habremos obtenido las nociones básicas de nuestra personalidad, y habremos escuchado quiénes nosotros somos: soy la niña buena, soy el niño malo, soy la niña tranquila, soy la niña tremenda, soy el niño estudioso, soy el niño problema, soy la ovejita negra de la familia, soy el más consentido de mis hermanos. Todo esto, por supuesto, repercutirá y resonará en nuestros años por venir.   

Nuestra alma primigenia obtiene las bases para el cómo se mostrará posteriormente.   



Apego seguro y libertad para el alma primigenia



Para la Antroposofía y la Pedagogía Waldorf, así también para algunas disciplinas más centradas en la evolución meramente espiritual, los primeros siete años de vida marcan la vida emocional de todo ser humano. Es decir, nuestros miedos más profundos y nuestras más grandes alegrías se imprimen en este período. 

He aquí la importancia de tener un apego seguro durante los dos o tres primeros años, pues a través de esta forma de vinculación comenzamos a confiar, comenzamos a tener nuestros primeros acercamientos con eso que llamamos abandono. ¿Cómo lo vivimos? ¿Cómo un paso amoroso y necesario? ¿Con traumatismo? ¿Nos causó tristeza o enojo? ¿No lo conocimos? En fin.

Es la sensación de arraigo emocional la que posteriormente nos dará libertad para sentir, decir y poner límites de cualquier tipo. Es a través de la necesidad de amor incondicional primario que estableceremos más tarde nuestros lazos de amor y afecto con una pareja, un amigo o nuestros hijos.  

No en vano grandes disciplinas de la psicología moderna afirman que está en la niñez primera la raíz de "todos los males" que nos aquejan de adultos. Y que es justo aquí donde guardamos todas las emociones que más tarde harán su intempestiva aparición en nuestras relaciones adultas, desatando en algunos sentimientos fuertes de abandono o de asertividad, dependiendo cómo hayamos vivido la etapa.

Iniciar la vida con un vínculo de apego total con nuestros cuidadores, relacionándonos desde el amor, el afecto, el entendimiento y el retozo, forjará fuertes conexiones neuronales que nos servirán como patrones para nuestro actuar, y por supuesto, tienen que ver con nuestro desarrollo y seguridad. Alguien que no ha tenido un vínculo de apego con sus progenitores o cuidadores primeros, tiende a conmover las estructuras afectivas y cognitivas relacionadas a la separación. Esto, tendrá que ver también con una futura imposibilidad para establecer relaciones interpersonales  amorosas y respetuosas.

Un pequeño que ha tenido mamá de tiempo completo (y con esto no sólo quiero decir mamá, sino papá y en sí maternaje) estará mejor enraizado en el mundo y mejor preparado para vivir su segundo septenio y en sí, su vida entera. Esto no quiere decir que no se enfrentará a otras situaciones difíciles, pues cada camino es un sendero de posibilidades; pero sí le dará más oportunidades de vivir desde una perspectiva más optimista y cordial, receptivo de sus emociones y pensamientos. 



Rumbo al segundo septenio



Hacia el segundo septenio el crecimiento continuará, y aquí, los conceptos y emociones descubiertos en el primer septenio formarán parte de una nueva madurez. Los signos físicos son por ejemplo, la pérdida de los "dientes de leche" y la disminución del tamaño del timo. El cuerpo mismo nos indica que en esta etapa se absorbe el primer aprendizaje, y como una espiral que va hacia adentro... también se va hacia afuera.

Los mundos personales comienzan a presentarse desde la imaginación, y el poder personal se hace manifiesto. Lo exterior se vuelve magia ante los ojos del alma infantil, dando paso a una nueva dinámica hacia lo colectivo. 

Ya no somos más de nuestros padres, pero comenzamos a ser parte del mundo... comenzamos a conocer los espejos externos. 




(Continuará...)






3 comentarios:

  1. leerte fue como escucharte, me encanto que citaste la pedagogia waldorf, dime donde puedo aprender mas de ella :) 4 abrazos enrebozados
    Yen S

    ResponderEliminar
  2. un saludo, volví,
    un día, un cuento, fuerza

    ResponderEliminar
  3. Ummm muchas gracias hermana compañera... qué paciencia la tuya, que sutileza! Un abrazo fuerte!

    ResponderEliminar