La dignidad de los hombres


Con mi segunda maternidad se parió nuevamente la oportunidad de mirar algo que el corazón ya miraba pero que resultaba necesario hacerlo de manera más profunda y consciente: honrar la dignidad de los hombres en mi familia.

Puedo decir que aún no sé cómo funciona exactamente la memoria del árbol genealógico, hay algo de magia que va más allá de la teoría o de lo que pueda saberse por bibliografía y consulta. Sin embargo, hoy sé que existe, como una fuerza fuerte y terrible -cuando no es tomada en cuenta. Y justo, en la orilla que inicia el posparto, arremete, como si hubiera esperado hacerse manifiesta en el cuerpo abierto de una mujer, de una rama que da frutos, que se abre a la vida y que con ella abre el linaje.

Y así, a días de haber nacido mi hijo Gibrán ha surgido en mí la necesidad de volver a mirar mi historia (esa historia que ya había tocado), de volver la vista hacia los nombres no dichos, hacia las historias de los hombres que se han ido y de los que se han quedado, de los que han nacido y han vivido una gran batalla para poder estar en la vida.  Pero esta vez, esa mirada ha querido tornarse también hacia las mujeres... ¿Cómo lo vivieron las mujeres de mi familia?

Con miedos irracionales, con el temor de pasar del "Baby blues" a una verdadera y honda depresión posparto he tenido la gran gran necesidad de navegar las aguas de mi memoria. Y he dado con las cicatrices que llevan las mujeres en mi linaje... cicatrices físicas y psíquicas. Y ahí, he encontrado más que preciso mirar a los hombres... mirarlos, y con cada mirada sanar la imposibilidad del fluir del amor entre unos y otras, entre ellos y ellas. 

Esta vez la experiencia ha surgido en menor opacidad, con belleza, con dolor, pero con esperanza dulce, porque en esta ocasión los ojos de mi hijo me han permitido conectarme con él desde un lugar donde sólo existe la belleza, donde más consciente de mí me he permitido verbalizar el dolor sin resistencia o miedo a lo que podré encontrar. Hoy sé que a menor resistencia mayor sanación. 

Y así, en esta exploración de mis raíces, en este permitirme tocar el dolor y la incomodidad del posparto inmediato, he encontrado bienestar para poder ser más presente para mí, para mi hijo, para esto  nuevo que va naciendo con nuestra familia -ahora- de cuatro. 

Si algo está sucediendo ahora, es el florecimiento de un profundo agradecimiento a la vida, al misterio que existe detrás de ella; que nace, que me sostiene y milagrosamente se manifiesta desde la mirada de cada uno de los hombres que amo: mi compañero y mis hijos, que a su vez me conectan con la vida de cada uno de los hombres que han sido, con su dignidad y luz, sin la cual, nada hubiera podido ser posible.




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