¡Qué niño tan berrinchudo! Lo que necesita es... Empatía



Últimamente, me ha tocado leer y escuchar en diversos lugares virtuales y no virtuales, conversaciones en torno a esa famosa y "terrible" etapa de los berrinches en nuestros pequeños. Y es increíble ver como siempre es considerado un problema, un gran problema.

Yo creo que una vez más nos toca reflexionar en torno a la educación que ofrecemos.

* Les decimos "No", cuando intentan algo nuevo.
* Gritamos "deja ahí", cuando encuentran algo que les parece fascinante para ver y para tocar.
* Les ponemos el biberón, chupón o mordedera en su boca para evitar más llanto, para callarlos.
* Los sentamos aparte cuando estamos en la mesa para compartir los alimentos e incluso, cuando estamos a punto de dormir; o sucede también que los enviamos a otra habitación mientras charlamos acerca de "cosas de adultos", o evitamos comunicarnos con ellos porque "no nos van a entender".

Y luego de todo esto, esperamos que sepan manejar con diplomacia -por favor- su carácter y frustraciones. ¡No, no! ¡Cómo va a ser posible!

Hay que entender primero, que nuestros pequeños a su corta edad están en pleno desarrollo, absorbiendo rápido los estímulos que llegan de su exterior y tratando de adaptarlos a su experiencia diaria. Es descabellado entonces, esperar que actúen con plena "madurez" y "prudencia".  ¡Vamos, si ni siquiera como adultos logramos hacerlo!

¿Y qué sucede entonces?

Que nuestros hijos en su camino hacia el conocimiento de sí mismos, en la definición de su carácter y en el aprendizaje de su independencia, se encuentran con situaciones que los rebasan

Nos sucede como adultos, sin embargo nosotros, se supone, contamos con más herramientas. Ellos no.

Ellos, por ejemplo, no pueden controlarse así mismos, contenerse o entender las emociones por las cuales pasan. Tampoco saben discernir sus sentimientos o ponerles un nombre. ¡Vamos, a esa edad apenas cuentan con un vocabulario -por mucho- de 20 palabras para nombrar cosas básicas! Y pueden sentirse frustrados al ver sus limitaciones, o ver que otros -los adultos- tienen el colosal poder de limitarlos.  

Es necesario que como papás y mamás entendamos que el "berrinche" es parte del desarrollo normal de nuestros hijos, que es muy sano que puedan a su edad expresar su enojo y frustración. Y por favor, no los subestimemos, nos enojemos o peor aún, ¡los  ignoremos! 

¡Es importante, entender y asimilar que no hay nada más bello que el valor de la EMPATÍA! Que las cosas cambiarían mucho, si por unos segundos nos ponemos en los pequeños zapatos de nuestros hijos y les ayudamos con amor, a comunicar lo que desean. 

Es parte crucial de una crianza respetuosa ponernos a su nivel, a su estatura incluso, y darle opciones de elección. Por ejemplo, no es lo mismo decir "Ese juguete no es tuyo, déjalo ya", que decir "Ese juguete es de ella, ¿tú qué deseas tu carro o tu pelota?". Y por supuesto, no es lo mismo hablarle golpeado y enojado, que en calma y serenidad (que es justo lo que deseamos que cultive). Esto último puede costarnos más tiempo, pero al final, bien habrá valido la pena.

Por último quiero compartir algo que a mi esposo y a mi nos ha resultado mucho, lo aprendí de mi madre. Y es que ella me dice que cuando mi hijo esté haciendo un berrinche, me acerque yo a él y despacito le hable a su alma, la calme con la mía... Cuando lo hago, mi hijo, simplemente sonríe de forma pícara -como quien sabe su secreto descubierto- y al poco tiempo deja de hacer berrinche. Es eso. Le hago saber que tiene mi atención, que siempre tiene mi atención y que siempre estoy para él y a su servicio. Y entonces, nuestras almas y corazones se sintonizan en tranquilidad.








No hay comentarios:

Publicar un comentario