Ser mamá de un bebé prematuro...


Hoy se celebra el DÍA MUNDIAL DE LOS PAPÁS DE PREMATUROS. Sin duda un gran motivo para recordar la lucha tan grande y amorosa que los padres hacemos por nuestros pequeños que nacieron antes de tiempo.

En lo personal esta celebración es algo que me motiva por un lado, y me ocupa por el otro... es decir, me motiva porque es algo que viví, que me es personal y de fortaleza; me ocupa, porque el que se celebre un día así, significa que ya somos muchos papás de bebés que nacen antes de tiempo.

Fuera del contexto político, social o de reflexión, si quiera, deseo en esta entrada compartir mi anécdota personal, nuestra historia de maternidad y paternidad prematura, tal como la comencé a vivir yo: mi llegada al hospital y el cómo entré al mundo de la UCIN y de los bebés prematuros.



29 Semanas de gestación, y Aldebarán decidió venir al mundo.

En la madrugada de ese sábado yo estaba soñando que miraba mis piernas y se me rompía la fuente. Yo me decía es demasiado pronto. No bebé, no puedes nacer aún. Sin embargo, veía como la casa se inundaba por mis aguas  y una tristeza enorme amarraba mi corazón.

3 de julio, 6:00am
Como todos los sábados, mi esposo y yo nos levantábamos muy temprano para ir a trabajar. Sí. El sábado era día de media jornada de trabajo y tarde de pasarla juntos, ir al cine o charlar en casa al abrazo de la música o una buena comida. Ese día, mi esposo se levantó primero para preparar el baño, y cuando regresó a la habitación, me comentó un poco asustado que la sábana estaba manchada de sangre. 

Me incorporé entonces, y miré mi espacio en la cama... en efecto, había sangre. Fui al baño, muy nerviosa y me revisé... en efecto, estaba sangrando. No quise entrar en pánico, me bañé, preparé una pequeña maleta y nos fuimos rumbo al hospital. Él y yo ya habíamos decidido tener un parto en un hospital privado, sin embargo, no habíamos decidido cual. También estábamos  planeando tomar un curso psicoprofiláctico, con la idea de prepararnos bien para la llegada de nuestro pequeño, sin embargo, todo se concretaría una semana después. 

Con la cabeza en confusión total, el corazón oprimido y la incertidumbre fuimos al hospital de seguridad social más próximo. Al cual había acudido una semana antes, porque había presentado lo que yo supuse contracciones, y que los doctores denominaron "nervios" por el embarazo.


7:30am Llegamos al hospital, y como suele suceder, no me podían atender porque era justo el cambio de turno... Aquí en México siempre es cambio de turno cuando de urgencias se trata. En mi instinto, trataba de calmarme, y ante la angustia de mi madre y de mi esposo, hacía bromas...

¡Quisiera que me atendieran... son muy lentos, imagínese que llegué aquí cuando tenía un mes de embarazo! - decía yo, y mi madre, mi esposo y la gente que me rodeaba se reía.

Pronto, se dejaron escuchar gritos, gente que iba y venía... Habían varías mujeres pariendo.

11:o0am Por fin, habían decidido atenderme. Para entonces yo había llamado ya a una ex alumna enfermera, a quien le había dicho que por favor buscara a algún ginecobstetra que pudiera atenderme. Ya estaba haciendo los arreglos para irme hacia ese hospital, cuando me llamaron para revisarme. 

La experiencia fue terrible. Una mujer mal encarada, de lentes, me dijo... "quítese la ropa, póngase la bata y súbase aquí con las piernas abiertas...". Me revisó, me hizo tacto y remató: "Sí, si está sangrando"... Dios santo, me había revisado solo para saber algo que era una obviedad. 

Me pasaron a la sala de espera junto con otras mujeres-madre, y fue horrible lo que ahí vi. Sentada, en una silla de ruedas comencé a ver a muchas mujeres a punto de parir y sin nadie a su lado. Me sentí tan abandonada, como ellas. Yo pedí que dejaran entrar a mi esposo, y me dijeron que por supuesto eso no podría suceder, que nadie podía tener acceso a esa sala. Y mientras, veía a mi alrededor otras mujeres que ahora sé, necesitaban soporte emocional y compañía para poder dar a luz. Sus rostros me lo decían, muchas de ellas lloraban, otras gritaban, los monitores para los bebés se escuchaban agitados, y una mujer a mi lado gemía y se lamentaba porque su bebé ya había muerto y la doctora la regañaba por no querer expulsarlo. Fue deprimente.

12:00pm Para entonces me sentía ya nerviosa, intranquila. Trataba de calmarme pero era imposible. Una vez en la cama, rodeada de otras mujeres, sentí tremendas ganas de ir al baño. Por supuesto no me permitieron levantarme, a cambio me iban a llevar un cómodo. Y de pronto... sentí que mucha agua bajaba por mis piernas... Algo en mi me decía que no era normal, por un momento, incluso, llegué a pensar que lo que sentía era sangre. Por supuesto, las lágrimas comenzaron a rodar... le llamé a las enfermeras y a la doctora, le comenté lo que había sucedido...

-¡Ay! Ya rompiste fuente. ¿Ves? Te dije que no te movieras mucho. Ahora tu hijo se va a morir. ¿Ahora qué hacemos? ¿Ya ves? Déjame ver qué podemos hacer-  

Muy asustada, veía como la doctora se movilizaba y hablaba con las enfermeras. Yo comencé a llorar y no paraba, por supuesto, pensaba que mi bebé se iba a morir, tal como ella lo había dicho. Pasaron así como 40 minutos, cuando le llamé a una enfermera y le pregunté qué pasaría conmigo. Ella me comentó que no sabía, que la doctora debía decirme eso. Pronto llamé a la doctora pues la vi muy tranquila, como si nada hubiera pasado. Ella me dijo que estaba buscando trasladarme.

-Por favor, yo sé que usted no me entiende, pero estoy muy asustada por mi bebé. Me duele pensar que lo vamos a dejar morir, por favor, haga algo para que me trasladen y pueda sobrevivir, por favor doctora, ayúdeme-

Entonces volvió a llamar por teléfono, y logró pedir una ambulancia para que me trasladaran al Hospital de Ginecobstetricia 3 del Centro Médico "La Raza".  En la espera de todo el papeleo, recostada en la cama, comencé a hablarle a mi bebé. Le dije que sentía mucho la situación, que por favor, esperara. Que yo deseaba con todo mi corazón y ser que se quedara conmigo.


5:00pm Llegó la ambulancia que me trasladaría. Me sacaron en una camilla y por fin, a las afueras pude tomar la mano de mi esposo. Dios sabe cuánto esperaba ese momento, y lo mucho que necesitaba ser contenida por él. Cuando me miró y me besó la mano, estallé en llanto. No pude decir nada, ni una palabra. La tristeza que me invadía llenaba todo el espacio. 

A mi llegada al hospital de La Raza me revisaron, me hicieron algunas preguntas, y posteriormente un médico me explicó el protocolo. Al fin me estaban tratando como un ser humano y con dignidad. 

Me explicaron que tratarían de darle más tiempo a mi pequeña - me habían dicho que era niña; me explicaron lo de las inyecciones para hacer madurar sus pulmones, que me inyectarían muy fuertes antibióticos e intentarían realizarme una cesárea para el día martes o miércoles. 

Esa noche fue terrible. Tenía frío, hambre, sueño, y a la vez, no quería dormir. Deseaba que por la puerta principal entrara mi esposo, tomara mi mano y me dijera que todo saldría bien. Eso no sucedió. 

Luego de unas horas, me subieron a piso y me dijeron que podría comer hasta el otro día, cuando sirvieran el desayuno. No dormí, no dormí ni un poco. Sólo me la pasaba acariciando mi pancita, hablando con mi bebé, diciéndole que se quedara, que se moviera, que lo lográramos... Pensaba en el nombre que le daría, porque mi corazón siempre había sentido la presencia de un niño, al cual llamaría "Leonardo Aldebarán"; sin embargo, en el último ultrasonido me habían dicho que sería una niña. No sabía qué nombre le daría.

Kendra... Kyra, Keyla, Keily, Iris, Eudora, Isabella... Sí: ¡Eudora Isabella! Cuando dije esos nombres, mi pancita se movió y mi bebé comenzó a patear. "Eudora: regalo de Dios", y mi pancita se movía. 

Ahora debo confesar. Postrada en esa cama, por momentos, lloraba, y sentía no poder sostenerme de nada. Me sentía abandonada, muy muy sola. Y entonces llegaron mis compañeras de habitación. Todo comenzó a ser más amable. Una de ellas había llegado por que el esposo la había golpeado hasta dejarla inconsciente, tan sólo tenía 5 meses de embarazo, y el bebé se había aferrado a la vida. 

La otra estaba ahí porque debido a una cesárea mal practicada se le habían infectado los puntos, y ahora necesitaba estar con un muy fuerte medicamento, en reposo absoluto y con fiebre debido a que aún tenía leche para amamantar a su bebé, pero no podía hacerlo. 
Esa madrugada de domingo, todo mejoró, gracias a mis compañeras de habitación.


4 de julio, 10:00am 
¡Al fin las visitas! El primero en verme fue mi esposo, me sostenía la mano y me decía que todo iría bien. Me contaba que no había dejado el hospital ni un sólo minuto, y me decía que las mujeres de mi familia estaban en la cafetería esperando noticias mías. 

Luego entró mi madre para verme, y de nuevo me solté en llanto. Hoy entiendo que fuimos un espejo en el cual la historia de todas nuestras mujeres se reflejaba. 

Y así pasó la mañana, en las palabras de mis dos seres amados, en la llegada de mensajes a mi celular preguntando por mi estado y la salud de mi bebé. También escribí en un cuaderno que me regaló mi madre, también leí un poco, pero sobretodo intenté visualizar a mi hijo... sano, feliz. 

4:00pm Uno de los doctores que estaba llevando mi caso, se acercó a decirme cómo iba el protocolo. Me indicó que esperarían hasta el martes para intervenirme, y que ese día me harían una prueba para saber si estaba ya con contracciones. Me comentó que era importante esperar lo más posible, pues esto le permitiría al bebé respirar mejor al nacer.

Así, comencé a visualizar a mi hijo gritando y corriendo con sus primos. Le decía "vas a respirar y a llorar muy fuerte para que tus pulmones se llenen de vida". Acariciaba mi pancita, no dejaba de hablarle, no dejaba de contarle el mundo. 

-Y cuando nazcas, te voy a enseñar todos los colores de la vida, los sabores, vas a disfrutar de cosas muy ricas. Vas a tomar leche de mí. Y vamos a hacer cosas juntos los tres. ¡Vamos a viajar! Conocerás a los cockers de la abuela, te pasearemos en el automóvil, jugaremos mucho- 

11:00pm El sueño me fue venciendo. Me sentía más tranquila, pero aún me sentía preocupada por mi hijo. Una o dos veces por la noche me desperté llorando. Me decía, que teníamos que sobrevivir, pues no podría quedarme si mi pequeño no sobrevivía.

En esa noche dieron de alta a una de mis compañeras, y llegó otra. Una chica de 19 años que tenía un problema del corazón, y por tanto su bebé estaba programado para cesárea. En cuanto llegó comenzó a contarme de su vida, de su esposo, de su madre y de su problema de salud. Esas charlas me distraían tanto, y me daban un respiro.


5 de julio, 7:00am
La doctora en turno, quien había revisado mis resultados de laboratorio, se percató que el nivel de leucocitos era altísimo, lo cual indicaba una infección severa. Dijo que no podía esperar, y envió a pedir el quirófano.

-Voy a ser honesta con usted. Su nivel de leucocitos es altísimo, esto indica que ambos están infectados de forma severa. Es increíble que usted no se sienta mal, pero seguramente el bebé viene muy infectado. Debe hacerse a la idea de que su hijo puede no sobrevivir a la operación, pues los resultados de laboratorio no son nada buenos. La vamos a intervenir ya, y hágase a la idea de que estos bebés vienen con graves problemas, lo más seguro es que tenga problemas de retraso mental y que lo operen o le tengan que hacer transfusiones-

Dicho esto, mi corazón se apretó como nunca. En nervios, mi deseo era ver a mi esposo, sin embargo, no lo permitían porque no eran horas de visita. 

Sin embargo, mi esposo pronto se enteró de que yo sería intervenida, le hicieron firmar un papel en el cual explicaba los riesgos de la operación y las posibilidades de que mi hijo o yo no sobreviviéramos a la misma. Así, mi esposo como pudo, logro accesar hasta la habitación donde me estaban preparando. Me tomó de la mano y con lágrimas me dijo que todo saldría bien. 
  

11:29 am Aldebarán nació, pesando 1410 gramos, con un derrame cerebral de tercer grado, infección en el pulmón derecho e ictericia.

Cuando lo ví por primera vez y lo escuché llorar, comencé a llorar también. Lo miré tan pequeño, y me asombré. Miré su boquita, sus manos, tan pequeñas.. Lo miré y no dejé de mirarlo y mirar cómo se lo llevaban. Bendije su nacimiento. Y me quedé muy sola en el quirófano, con la sensación de necesitar estar cerca de mi hijo. 


...Ahí, comenzó la experiencia más transformadora y profunda de mi vida, un dolor y un milagro que recuerdo con amor siempre cuando veo la cicatriz en mi vientre y las cicatrices de las agujas en los pies de mi bebé. Lo que vino después... es un ejemplo hermoso de que los milagros existen, de que toda situación es perfecta y que nuestros hijos que nacen antes, nacen en el tiempo de Dios.   














2 comentarios:

  1. Buenas noches, acabo de leer esta historia y me puso la piel de gallina, mi niño también nació prematuro y tuvo una infección en su pulmonsito. Gracias a Dios está progresando positivamente y en el nombre de Dios será un niño con Sanidad absoluta!!
    Quisiera saber más de Aldebaran y su milagro de vida!!!!!

    ResponderEliminar
  2. El amor y cuidado de sus padres son su mejor compañía. Aquí les dejo un articulo mamitas donde nos dan recomendaciones en los primeros meses de vida de nuestro bebe prematuro: https://www.kidhouse.co/blog/moda-infantil/bebe-canguro

    ResponderEliminar