La Maternidad es vivir el cambio que persiste. Justo cuando logramos llevar con éxito los primeros pasos de nuestros hijos... ellos, ya han decidido comenzar a correr, ¡y una nueva dinámica aparece!
Recuento mi escritura y me parece que fue hace unos meses cuando abordaba el modo de vincularme con mi hijo de casi doce meses de vida, y ¡ya casi entramos a sus gloriosos tres años!
Nuestra dinámica familiar también ha cambiado, y hoy pienso en las constantes transformaciones que he experimentado desde que mi hijo salió de mí. Ha sido un ir y venir desde mi pasado y hacia mi futuro, pisando tierra presente. Hoy nuevamente me encuentro abriendo puertas que antes no conocí, integrando y resignificando todo eso que he sido... y cuando me detengo un poco a revisar esto último que voy escribiendo, un nudo se desata de mi garganta.
Casi llega mi revolución solar, mi cumpleaños, estoy a casi un mes, y no puedo dejar de pensar en la fecha como un portal que me llevará a más bendiciones, a nuevas maneras de andar el camino.
Un sendero de espejos cambiantes...
Hoy más que nunca creo que cuando nosotras mujeres-madres en plena consciencia permitimos que la maternidad actúe como un poderoso fuego interno que nos integra y nos transmuta, podemos lograr ir siempre hacia una mejor versión de lo que somos, y el entendimiento se vuelve más profundo, y nos vamos ganando uno a uno los cabellos blancos, hasta totalizarnos sabias.
La maternidad es un cambio constante, una relación de espejos que dura hasta que la vida termina. Y no es que nuestra vida dependa o ronde alrededor de la vida de nuestros hijos, significa más bien, que esa maravillosa interdependencia entre ellos y nosotras nos puede permitir pulsar nuestras posibilidades, nos puede llevar a salir de la zona cómoda y explorar todo aquello que podemos ser y experimentar.
Hoy por hoy he dejado de creer que ser madre significa sacrificar los deseos personales y el bienestar propio para dar paso al bienestar de los hijos. Ese binomio maternidad=renuncia me parece completamente obsoleto.
Hoy creo firmemente que justo se puede ser una madre presente y bondadosa cuando nos permitimos ser mujeres presentes y bondadosas con nosotras mismas, cuando nos procuramos también espacios de silencio para escucharnos, para saber hacia dónde vamos y hacia dónde queremos ir, para pintar nuestra visión personal y permitirnos manifestarla en un vuelo consciente y amoroso. Y desde ahí, desde nuestro espacio sagrado seguramente podremos ver con mayor belleza el espacio sagrado de los otros, nuestro compañero, nuestros hijos, nuestra familia y amigos, espejos constantes.
La Maternidad es una espiral sagrada...
Cuando el agua del océano es llevada al límite, tocada y encendida por el viento, comienza a formar una rizadura y se transmuta en ola. Así pasa con las mujeres cuando nuestras aguas quietas son encendidas.
La maternidad es un gran portal iniciático, el momento en habitamos en agua y poseemos un doble corazón, somos el tambor de la vida.
Como el inicio de una espiral, si nos dejamos tocar y transformar, comenzamos a fluir en belleza, y cada una de nuestras situaciones vividas pueden venir a vivificarnos o a soltarse de nosotras para permitirnos andarl el camino con un equipaje más liviano.
Hoy me miro y siento que cada vez me pierdo más y me vuelvo a encontrar, es como un constante llegar a casa, hoy agradezco la vida de mi hijo, que como dice una canción me ha vuelto mejor amante, me ha encendido, me ha hecho encontrar mi mejor motivo.
Y en plena transformación, deseo lo mismo para todas las mujeres-madres del mundo, todas aquellas con quienes convivo y a aquellas que aún no conozco, que el Universo nos permita vivir este portal con gozo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario