Cuando el cuerpo habla...
...Y de pronto me vi exhausta, con un pequeño de tres años a mi lado, en la sala médica, con 40 grados de temperatura, y mil pendientes por realizar. "Algo de todo esto no debe estar nada bien" -me dije.
Mi estómago, como centro de todo, con fuertes dolores y prácticamente "en huelga" estaba tratando de decirme algo, que en verdad, no podía entender de manera consciente. Sabía que, ciertamente, una simple infección no me había llevado a ese lugar y en esas condiciones. Mi cuerpo estaba dándome una primera llamada... Hacía años que no me enfermaba de tal manera hasta caer en cama.
Nunca antes el cuerpo me había pedido tanto, descansar, dormir y reponerse. Oportunamente, decidí frenar todo, y reflexionar lo que estaba sucediendo.
La mujer y madre multitarea...
En esos días de convalecencia, entre documentales, series y lecturas, encontré un artículo en torno a la Biodescodificación, en la cual el experto le decía a su consultante que más le valía cambiar todos sus hábitos de vida, si no quería desarrollar pronto un cáncer de estómago fulminante, y estas palabras resonaron fuertemente en mí. Comencé a mirar y reflexionar en torno a mis hábitos, a mi vida diaria, de pronto me di cuenta que todo mi tiempo estaba comprometido, y que las cosas que consideraba más importantes se habían volcado a un segundo, tercer y hasta cuarto plano.
Las cosas más simples de mi vida habían dejado de tener un equilibrio, y mis hábitos se alineaban desde el caos con los compromisos externos, en el cumplimiento de las necesidades del afuera, en función de la supervivencia y no de la Super-Vivencia. En algún momento había dejado de cantar por las mañanas, sonreír, darme espacio para leer poesía antes del desayuno, o leer algún artículo interesante, charlar con mi compañero, jugar y leer con mi hijo, arreglar con mimo los espacios de mi casa o cocinar.
De pronto me había acercado a ese punto en el cual todo hacía en automático, sin un sentido esencial y verdadero para el corazón, como en un principio había sido. Algunas cosas ya no eran para mí, pero yo no lo había visto y continuaba haciéndolas. Había entonces tantos compromisos sociales, de trabajo, de actividades "productivas", de cierre y apertura de negocios, que lo que verdaderamente me importaba como mi salud, mi descanso, mi equilibrio, cocinar mi propia comida, acompañar -de manera consciente- el crecimiento de mi hijo, hablar con mi compañero, se habían convertido en actividades sin espacio en mi agenda.
Puedo decir que la maternidad me inyectó de energía, y me llevó a emprender, continuar y sumergirme aún más en actividades de mi completo interés. Y lo disfruté muchísimo. Por supuesto, me convertí en una mujer aún más eficiente y segura. Podía hacer mil y un cosas al mismo tiempo. Podía llevar a cabo diversas tareas en un corto periodo de tiempo, dejándome espacio no par el descanso, si no, para realizar más tareas y "aprovechar más" el tiempo, es decir, optimizándolo para ser "más productiva". Sin embargo, la situación de ser llamada "mamá multitarea" o "super mujer" por algunas amistades cercanas, comenzó a rebasarme, pues comencé a creer que esa era mi nueva identidad y que debía cumplirla y autocumplirme.
Hoy reflexiono que el elogio a la falta de tiempo es un terrible mal contemporáneo, y que la figura de la mujer multitarea sigue siendo un idea nacida de un sistema capitalista, mordaz y opresor.
Tenemos poco tiempo como para no tener tiempo...
Conforme han pasado los días, me he dado cuenta que los deseos del corazón siguen ahí y laten con fuerza, y que ninguno de ellos tiene que ver con "ser productiva" (como lo entiende el sistema) o hacer muchas cosas a la vez... todo lo contrario. He reflexionado que nada podemos hacer por otr@s, si no lo hemos hecho por nosotr@s mism@s, y que la verdadera integración y la sanación global emergen desde lo individual, desde lo que integramos y sanamos en nuestra vida personal.
La gran paradoja es... tenemos poco tiempo como para no tener tiempo, es decir, sólo nos restan unos años de aprendizaje en este cuerpo y experiencia, como para nunca tener tiempo y reflexionar lo que a diario vivimos. De pronto, las charlas con los amigos o nuestra gente del alma se vuelven triviales ante la inmensa carga de trabajo que tenemos, los tiempos están comprometidos en el "deber" y no en el "querer". Y entonces nos vemos cumpliendo con las máscaras de todas las identidades que nos cargamos a cuestas, pero nunca cumplimos con el sueño del corazón.
En lo personal, reintegrar y resignificar lo masculino y lo femenino en mí está siendo una tarea amorosa, profunda y que me toma varias horas al día; con esto me he enfrentado a mi sombra de una manera intensa. Comenzar a despojarme de los deberes para abrazar la alegría de todos los días, la belleza del camino, la pureza de un instante, está siendo mi única tarea el día de hoy. Y esto me hace inmensamente feliz.
Estoy en el intento de armonizar-me, abrazarme en todos mis aspectos y sanar (integrar) cada uno de los episodios de mi vida, buscando no comprometer mi tiempo en lugares a los cuales ya no pertenezco y no deseo pertenecer más. Me ha costado, claro, bordear uno y otro el camino del ego y de la voz interna verdadera, porque cuando parece que mi intención toma claridad emerge un aspecto de mi historia personal para ponerme en duda, y entonces, me toca frenar, sentir nuevamente la emoción, recapitular para encontrar su origen y quedarme con lo que me pertenece aquí y ahora.
Mi cuerpo, mi brújula, mi hogar...
Mi cuerpo se ha convertido esa mágica brújula que me dice si ir al Norte o al Oeste, que me lleva a la medicina correcta para sanar todos los cuerpos que sostiene. Cuando me he permitido escuchar su dolor he podido encontrar piezas de mi historia que necesitan disolverse. Cada una de las partes de mi cuerpo se ha vuelto dirigente de un proceso específico y único.
Al escuchar, abierta y en consciencia, lo que dice mi cuerpo, comienzo a discernir lo que quiero y ya no quiero para mi vida diaria, para mi sagrado cotidiano.
Lejos del ruido mental, de las demandas de las múltiples máscaras, y las necesidades del ego, he podido escuchar una voz suave, masculina y femenina al mismo tiempo, que me ha dicho que busque en las cosas sencillas lo que es regocijo para mi alma. Y en esto estoy, nuevamente, buscando, indagando, mi lugar en el mundo, la nueva experiencia, la nueva identidad-des-identidad, el nuevo paraje.
Y en medio de una mudanza geográfica que ya era necesaria, recogiendo cada habitación de la casa, cada habitación de mí, me doy cuenta que es justo ésta experiencia la metáfora de la vida: llegar a un lado para partir siendo otra y siendo la misma, encontrar, reencontrar, despedir, dar la bienvenida, y permanecer siempre y nunca dentro de las memorias y olores que cada experiencia guarda. Con cada cosa que recojo, recapitulo una etapa de mi vida, para pronto partir de esa historia y escribir una nueva, echando raíces en otro de mis muchos lugares en el mundo.
Así, desde esta quietud, puedo decir que ser mujer y madre de una sola tarea, está siendo mi más grande aportación y verdad, me estoy re-significando, me estoy re-encontrando conmigo, y estoy viviendo el genuino significado de "ser productiva".